Esto nos sucede cada día del mundo. El típico cliente, que sólo nos pide cosas, dándonos a entender, que si no cumplimos con sus exigencias se irá todo al garete. En estos casos, hay que tomárselo con tranquilidad y analizar.
Tomárselo con tranquilidad es lo primero que hay que hacer. Si el cliente ve que somos demasiado fáciles y le damos todo lo que nos pide y que consigue todo lo que nos exige, va a llegar un momento que no será posible salirnos de esta espiral que nos llevará irremediablemente a un posible fracaso, aunque consigas tu objetivo final que es la venta. Y digo fracaso, porque aunque consigas vender, lo más probable es que sea una venta vacía, en todos los sentidos, incluso en el económico.
Analizar es lo otro que debemos realizar. Hay que analizar y ver que nos está diciendo con su actitud. Quizás no sepa negociar y lo único que sepa es pedir. Que realmente lo que busca es el límite de la situación para saber hasta donde puede llegar. Quizás no es el precio lo que le preocupe, sino más bien nuestra actitud delante de tal situación.
Por todo esto, es importante que te detengas a analizar y a pensar cual es la mejor forma de afrontar este cliente. Puede que con sólo una sonrisa y una frase un tanto irónica puedas cambiar el rumbo de la venta.